dimanche 17 janvier 2010

AGORA

En Agora, su útima película, Alejandro Amenábar propone una reflexión interesante sobre el fanatismo religioso y la intolerancia. Aunque la acción se sitúa en el siglo IV, el cineasta español pone en evidencia que fanatismo, intolerancia y la violencia que llevan implícita, siguen siendo uno de los problemas de la sociedad actual. Nos horrorizamos al darnos cuenta de que en pleno siglo XXI seguimos comportándonos de la misma manera que ciertos grupos de cristianos fanáticos del siglo IV.


En lo personal, la ciudad de Alejandría podría ser una metáfora de la sociedad venezolana actual con los conflictos y enfrentamientos entre grupos que reivindican su verdad como la única que debe aceptarse. Hay conflictos de orden religioso (cristianismo vs paganismo, cristianismo vs judaismo), político (cristianismo vs poder romano) y cultural (conocimiento vs oscurantismo). Uno tiene la impresión de que la vida de la ciudad está estructurada de manera conflictual.


Amenábar ofrece un fresco de la violencia que caracterizó los primeros siglos del Cristianismo y del fanatismo con el que algunos de sus líderes impusieron el mensaje de paz y amor de Jesús : El Patriarca Cirilo amaba a su prójimo cuando pensaba como él, en el caso contrario, el prójimo podía ser lapidado con la bendición de Dios. Sus arengas belicistas contra los judíos y todo aquello que en su opinión iba contra el Cristianismo me hicieron pensar en los discursos de Hugo Chávez cuando adoptan el tono de "Patria, socialismo o muerte". Lo peor es que el Cirilo del film, está convencido de que tiene razón al punto de contar con la bendición de Dios. ¿Acaso Chávez no es igual?


El personaje principal, la filósofa Hipatia de Alejandría, paradoxalmente es presentada como la verdadera mártir de ese mundo de violencia e intolerancia; y junto con Hipatia, todo lo que ella representa (tolerancia, conocimiento, inteligencia, sensibilidad...).


Agora me gusta porque me sitúa frente a mis propias contradicciones y además, pone en evidencia que si no logramos respetar, aceptar, trabajar y llegar a acuerdos con aquéllos que no piensan como nosotros; dificilmente podremos superar nuestras propias contradicciones y viviremos en un conflicto permanente.

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